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Cuando alguien se aproxima a los problemas humanos como oidor-terapeuta, escucha con frecuencia relatos de líos, dificultades, rivalidades, envidia, odio y destructividad entre hermana y hermano, entre hermana y hermana y entre hermano y hermano, con un añadido que lo complica: el contenido sexual.La vida intrafamiliar se convierte pues en un asunto peligroso que con frecuencia supera la peligrosidad del mundo externo; entre algunas razones simples pueden citarse: se le ignora, se le desconoce, se le niega, se le minimiza, se solapa y se racionaliza según la importancia de otros problemas colaterales como el social, el religioso, el económico, el de inseguridad frente a la existencia.La vida en familia resulta con frecuencia llena de desventuras. Lo habitual es considerarse seguro dentro del grupo familiar, lo que constituye un equívoco y un acto de confianza irracional.Las personas ocupadas de escuchar las historias de los que buscan "ayuda psicológica", se acostumbran a relatos de un tipo único; el espectro de Hamlet padre así lo dice:"Me ha sido vedado revelar los secretos de mi cárcel porque de hacerlo, dejaría a tu alma despedazada y te helaría la sangre; se escaparían tus ojos de sus órbitas como estrellas fugaces; tu cabello crespo y ahora de atezadas guedejas se alborotaría para erizarse como airadas púas de puerco espín. No ha de ser dictada esta ley eterna para oídos de carne y hueso.Todo proporción guardada, podría afirmarse que lo antes citado va bien con lo que ocurre dentro de las familias "normales".