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El vampiro de la colonia Roma en particular y la obra de Zapata en general sacaron finalmente del clóset a la literatura homosexual, y la volvieron literatura plena. Fue el parteaguas, el momento en que se acabó con una literatura homosexual del gueto, detenida en la queja o la autocomplacencia enrarecidas, y se ganó la calle y la expresión seria y franca: cuando ya sin medias voces, referencias en clave o discreción atemorizada, los libros y los autores homosexuales pudieron ocupar el mismo sitio que los demás. José Joaquín Blanco